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Foto del escritorJoseph Locubin

Elon Musk





Al cierre de la biografía de Elon Musk escrita por Walter Isaacson, la valoración de sus principales compañías era la siguiente: Tesla un billón de dólares, Space X cien mil millones de dólares, The Boring Company cinco mil seiscientos millones y Neuralink mil millones de dólares. Pensar que fueron creadas (Tesla es matizable) y son dirigidas por una misma persona causa verdadero estupor. El texto de Issacson nos describe con detalle la compleja personalidad del personaje que ha sido capaz de conseguir semejante proeza, un tipo absolutamente disruptor en todo aquello que ha emprendido, pero repleto de claroscuros en su carácter marcados por su síndrome de Asperger y de una dura infancia por culpa de su padre, un ingeniero sudafricano racista y violento que marcó muchos de los rasgos menos amables de su personalidad. Elon Musk es capaz de lo mejor a la hora de construir negocios y afrontar retos tecnológicos gracias a su capacidad intelectual y ambición desmedida, pero también de lo peor en su comportamiento social, tanto en el trato y la gestión de personas en sus empresas como en sus relaciones personales. Parafraseando a Bill Gates, con quien Musk guarda una complicada relación, “se pueden pensar muchas cosas sobre el comportamiento de Elon, pero en nuestra época no hay nadie que haya hecho más para impulsar los límites de la ciencia y la innovación que él”. El propio Elon Musk suele afirmar que en determinados aspectos  de su vida y comportamiento  no se le puede pedir que sea del todo "normal". Isaacson, que también biografió a Leonardo da Vinci y Steve Jobs (ambas recomendables), es un cronista paciente de la obsesión, aunque en el caso de Musk quizás sea excesivo y termine extendiéndose demasiado (hablamos de un tocho de 670 páginas), lo que puede suponer un peligro para cualquier biógrafo al que se le ha concedido un acceso extraordinario al personaje y pueda hacerle pecar de buenismo o condescendencia en su narrativa; por momentos así lo parece, aunque luego en muchos otros destripa las intimidades de Musk con toda su crudeza y, aparentemente, sin censura. A Musk parece gustarle hablar de sus intereses comerciales en términos de superhéroes, por lo que a veces es difícil estar seguro de si es así o es fruto de una mirada de admiración del autor. Musk es obsesivo e incansable, duerme habitualmente en sus empresas empujando al límite legal y psicológico a sus trabajadores, interactua e influye en Twitter (ahora X, de su propiedad) sin filtros, asiste diariamente a multitud de reuniones, programas y eventos de todo tipo, tiene diez hijos de varias mujeres y una compleja dinámica familiar, es un apasionado enfermizo de los videojuegos y tiene una visión multiplanetaria de la especie humana, de ahí su empeño en llegar a Marte con su empresa de cohetes. Para el lector la vida cotidiana de este hombre resultará abrumadora y es difícil imaginar cómo se puede seguir ese apabullante ritmo de vida, así como el nivel de estrés que debe soportar. El carácter visionario de Musk y sus acciones le generan admiradores acérrimos, casi tantos como detractores que solo ven en él al hombre más rico del planeta intentando influir en demasiados órdenes de la vida. La personalidad de Musk hace difícil decantarse totalmente de un lado u otro. Como ingeniero, admiro su capacidad de innovación, de impulso tecnológico y conocimiento técnico (es ingeniero y físico, y se involucra en muchas de las decisiones técnicas en sus empresas hasta límites sorprendentes), pero observo con escepticismo su intervención en X (Twitter), la red de satélites Starlink (su propio control de las comunicaciones) y su capacidad de influir negativamente si así lo quiere en determinados órdenes de la sociedad dado su complejo y cambiante carácter; el trato a las personas de sus organizaciones es más que cuestionable y rechazable, aunque se entienda que solo con niveles de exigencia que desbordan determinados límites se pueden alcanzar semejantes cotas de éxito. Sí que hay que agradecerle que lleve mucho tiempo expresando su preocupación por el desarrollo sin control de la inteligencia artificial, que considera una amenaza existencial en potencia; habrá que ver si no dice lo contrario, porque beneficie a sus intereses, en un futuro cercano. 

En resumen, una lectura extensa y abrumadora que ofrece una visión poco común de este genio que, con solo 54 años, promete seguir alimentando con más empresas y acciones su impactante visión del futuro. 

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